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domingo, 23 de enero de 2011

¿Cuál paz?

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Estamos celebrado un aniversario más de nuestros acuerdos de paz, pero si realmente vivimos sin conflictos y tenemos paz ¿por qué mueren tantos o más salvadoreños que en el período de la guerra?, ¿por qué todavía sentimos que tenemos un bando rival, y ¿por qué sentimos que aún vivimos en medio de una guerra? El concepto de paz implica una serie de características que sinceramente no tenemos en nuestro país, cómo se puede hablar de paz si todos los días tenemos protestas en nuestras calles (empleados públicos, grupos sociales, ONG), rebeliones en los centros penales, paros de buses (voluntarios y forzosos) y conflictos entre los órganos del Estado (Legislativo, Ejecutivo y Judicial).

¿Qué pasó con los compromisos que nacieron con la firma de la paz? Una Procuraduría de Derechos Humanos que sirve únicamente como una figura decorativa, grupos de desmovilizados que ante el olvido se ven obligados a tomar iglesias y si una bandera de la lucha fue erradicar la pobreza, ¿por qué hoy hay más pobres que antes?

Ya no hay muertos por el conflicto armado, pero sí por las maras; los Derechos Humanos siguen siendo olvidados e ignorados aunque de una forma diferente, la clases pobres siguen en situación de necesidad y desempleo y finalmente, aunque ya no hay bombas, los salvadoreños siguen viviendo con miedo.

La democracia es una hermosa ficción, el poder sigue en manos de los políticos que se lucran con la necesidad del pueblo, los olvidados siguen sin tener voz ni voto y todos los días los hermanos salvadoreños quitan la vida los unos a los otros por una renta, por un parqueo, por un accidente de tránsito o por muchas otras tonterías.

La realidad es simple, tenemos una paz hecha de cristal que fácilmente puede quebrarse en mil pedazos y esta realidad no podrá cambiar hasta que la Constitución sea respetada, hasta que el gobierno trabaje para el pueblo y no viva de él, hasta que el ciudadano tenga seguridad y la corrupción deje de ser la compañera fiel de la administración pública.

Esperemos en Dios que jamás volvamos a un conflicto tan terrible como el que vivimos durante doce años, pero hoy no sé si realmente tenemos paz.
UN SIMPLE SALVADOREÑO.

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