A lo mejor mi perspectiva se vea un poco nublada porque no resido en San Salvador, y aunque a lo mejor no hubiera votado por él si viviera en la capital, cabe destacar en año y medio de gestión municipal que lleva Norman Quijano que se ha puesto las vivas por tratar de ordenar el centro de San Salvador.
Todo cambio genera reacciones tanto positivas como negativas, estas últimas elevadas en su máxima expresión por los vendedores ambulantes que ven amenazada su fuente de ingresos diarios. Sin embargo, existen otros, como yo, que vemos bien que se esté buscando recuperar el atractivo de la capital con las plazas limpias, ordenadas, evitando que las personas opten por obviar su paso por ahí debido al bullicio, la dificultad de circulación y la delincuencia (aunque esta última por todos lados nos acosa).
A la larga, todo es cuestión de doble moral. Todos sueñan con que el centro de San Salvador sea como antes y exigen se tomen acciones concretas, mas las ignoran en el momento que más les conviene. Hay quienes están de acuerdo con el reordenamiento y reubicación de los vendedores, pero se hacen del ojo pacho cuando le están comprando a la niña Tanchito solo porque les queda en el camino. Seguramente muchos se escandalizaron con la “invasión” de los vendedores en las afueras de Metrocentro, pero más de alguno aprovechó para hacer sus compras mientras iba pasando.
Hace falta, a mi parecer, crear una cultura del orden, en donde sea ama o amo de casa, o empleada doméstica, se acostumbren a comprar en un solo lugar; y si le compra a una misma señora todo el tiempo (fidelidad difícil de alcanzar en estos tiempos en el que todo está cada vez más caro) pídale el nombre y búsquela media vez esté ubicada en el nuevo lugar. Tomemos la iniciativa y prediquemos con el ejemplo en lugar de quedarnos sentados y de brazos cruzados observando cómo se va desgastando cada vez más la situación.
