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viernes, 18 de marzo de 2011

Ciertas direcciones, un inicio

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Decir que el sistema educativo de nuestro país es deficiente es quedarse corto. Brinda todas las facilidades para la generación de individuos cómodos, poco pensantes, sin moral y sin identificación nacional. Año con año las nuevas medidas parecen sacadas de un concurso de ridiculeces. Basta con ver los promedios de la Paes al final del año escolar, para morir un poquito cara al futuro. Y si alguien sobresale, están los benditos programas de "jóvenes talento", aunque a veces en lugar de aprovechar su potencial, los limitan en las mismas tareas. Conozco dos casos en que estos jóvenes fracasaron y cayeron hasta el fondo. Claro, existen muchos casos de éxito.

El trabajo es mucho, pues es necesario un cambio de enfoque (el modelo educativo tradicional está fracasando), renovación del programa educativo, infraestructura, capacitación y actualización de profesores, etcétera y un largo etcétera. Pero hay que comenzar con lo urgente:
1. Individuos con criterio: suficiente ya de personas-vaca sin una opinión propia, consumistas de primera, alienados hasta decir ya no, bobos de la televisión del entretenimiento y que se creen las cosas sólo porque las ven escritas.

2. Orientación vocacional: desde críos el sistema educa para producir empleados, a ser obedientes a una figura mandamás. Cada persona es distinta y, desde pequeños, cada uno va mostrando diversas características que le permitirían desempeñarse con éxito en cualquier cosa. Soy un fiel creyente de cada uno ha nacido para algo.

3. Amor a la lectura: no importa si leen a Coelho, sino que lean, que comprendan, que aprendan, que conozcan un mundo nuevo detrás de todo.

4. Capacidad numérica: no digo grandes maestros con capacidad para derivar e integrar. Lo importante es no depender de una máquina y darle uso al cerebro.

5. Moral: sacaron esto hace años de los planes de estudio, pero es ahora cuando más se necesita, porque las personas aprenden a diferenciar entre el bien y el mal. No hay que creer que sólo los hijos de familias de bajos recursos están bajo el riesgo de elegir un mal camino: también los hijos de familias con posibilidades pueden llegar a hacerle mal a la sociedad, y de hecho lo hacen.

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