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jueves, 14 de abril de 2011

De la Asamblea Legislativa y sus desórdenes

3 comentarios
Allá por enero del presente año salió a la luz pública algo que era un secreto a voces. El despilfarro del erario nacional en empleados que, en poco o nada, colaboraban en el quehacer legislativo. Era un listado con las plazas que significaban $5 millones 684 mil 150 que salían de los bolsillos de gente normal, como usted que lee estas líneas o yo.

Antes, en diciembre, un entonces burócrata había estado en la picota a raíz de la filtración de unas grabaciones que lo ponían en evidencia ofreciendo plazas en el mismo ente gubernamental.

Pero la relevancia de esas noticias tiene un significado mucho mayor que la simple enunciación de las mismas. Esa circunstancia ha derivado en las siempre puntuales aves de rapiña dispuestas a llevar agua para su molino, los que critican a quienes las otorgan, pero no dudarían en llevar a sus leales para que mamen de la teta grande.

Desde siempre se ha sabido que hacerse de un puestecito en alguna dependencia gubernamental es como sacarse la lotería. Pero de la misma manera, así como es de apetecido por las grandes mayorías, es celosamente protegido por quienes las otorgan y no es de extrañarse que se escuchen leyendas urbanas acerca de cómo aquel suertudo que entró sin patrocinios o padrinos debió pagar derecho de piso y hasta cedió "voluntariamente" parte de su primer sueldo (que viene a percibir hasta 3 meses después de contratado) y eso si la sacó barata, porque si es mujer y tiene la mala suerte de ser atractiva corre el riesgo de tener que hacer cosas deshonestas y no estamos hablando de simple pleitesía, sino acceder a acostarse con su superior.

En teoría, una vez ha logrado entrar es muy difícil que lo saquen. Desde tiempos inmemoriales es consabido que ahí coexisten una serie de personas con sus intereses, sus capacidades, sus caprichos y sus ambiciones, en una atmósfera de satisfacción y alegría. No es que yo esté en contra de eso, pero ¡cómo sabemos los simples mortales cuánto cuesta llevarse el pan a la boca!

Sigfrido Reyes, presidente del primer órgano del Estado, a escasas 48 horas de haber asumido el cargo se vio en la obligación de explicar algunas de las medidas a impulsar durante su administración, incluída la de reducir el tamaño de la nómina de sus empleados.

"Como Junta Directiva hemos comenzado a analizar algunas medidas para racionalizar puestos y plazas. Así, también, la reducción en aquellos que no se consideren estrictamente necesarias".

Aunque muchos sabíamos que no iba a suceder absolutamente nada, y ¡teníamos razón!, su discurso no varió en lo más mínimo en sus declaraciones a un noticiero local el día de ayer.

"Hay un interés en seguir reduciendo la planilla. Dos grupos parlamentarios van a reducir sus planillas en las próximas horas".

Lo que contrasta con la revelación de plazas que antes devengaban $400 y ahora ganan $2 200. Sinceramente no sé de qué me sorprendo. La Asamblea Legislativa ha sido, es y será paradigma por antonomasia de la descoordinación, el derroche y la prodigalidad.

3 Responses so far

  1. KR says:

    Vaya, yo digo que... si ya sabemos esto... por qué no nos remitimos a la legislación sobre el tema de la asignación de salarios. Existe una ley sobre los salarios de los funcionarios públicos. Nuevamente la recién estrenada ley de transparencia ha quedado mal parada y su comisión como un conjunto de alcahuetes... pero eso usted y yo ya lo sabemos, lo sabíamos y lo sabremos a lo largo de estos años que nos corresponde vivir esta historia salvadoreña.

    No hay denuncia porque no hay espacios, no hay instancias y a veces faltan valientes también.

  2. Completamente de acuerdo! Y cuando surgen los valientes, es porque los han mandado a hacer teatro los manipuladores de siempre (lease las cúpulas de los partidos) como los q fueron a interponer la denuncia al tribunal de ética contra Funes x su viajecito a Disney. Y los excesivos gastos que hubieron en administraciones pasadas!?

  3. KR says:

    Lo que pasa, siento yo, es que estamos a acostumbrados a que otros hagan política por nosotros, somos toda una generación/cultura del "otro lo va a hacer" no nos gusta asumir realidades para poder hacer propuestas concretas, dejamos que otros nos venda la idea de la transparencia como si fuera la última coca cola del desierto o la orilla azul de la bacinica... el día en el que el salvadoreño promedio entienda que nosotros somos los que hacemos política y se exijan espacios reales y concretos para la expresión entonces medio se va a empezar a ver algún tipo de claridad en este ámbito.

    Además, siempre nos quejamos del caos ajeno, pero no somos capaces de ordenarnos, pa cambiar lo grande, hay que saber cambiar lo chiquito, me decía mi profesor de letras en bachillerato. Nos gusta que nos arreglen los desordenes, pero no nos gusta autocorregirnos, por ejemplo... si una persona está en problemas económicos en vez de ceñirse el cincho y ser austero y bien medido... no, le reza a algún santo para ganarse la loteria y ni compra su pedacito... o peor aún, si es factible hacerlo, comete corrupción para sacar algo "extra", esa ahí donde pierden toda solvencia moral para criticar corrupciones ajenas, viajesitos a disney o adquisición de carritos o aumentos salariales, claroooooooo, no son para ellos...

    Realmente solo cuando tengamos una cultura de la honestidad general, entonces podemos hablar sobre leyes de transparencia. Pero así honestidad real... hasta en lo más sencillo, nada de andarse zafando del trabajo o agarrar más tiempo del almuerzo solo para ver "clásicos" o para hacer otros menesteres y luego poner excusas poco creíbles.

    Buenos, yastuvo bueno... peligroso y me linchan
    Saludos Mario

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