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jueves, 3 de febrero de 2011

Dulce y travesura

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Dicen que para entender cómo piensa una rata tenés que pensar como rata. "Candidaturas independientes” me huele totalmente a queso.

Retrocedamos un poco, julio del 2010: la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia salvadoreña aprobó la participación de Candidatos Independientes en las contiendas electorales...cabe mencionar que el país aún sufría una ola de cambios estructurales, políticos, económicos, ideológicos con el nuevo gobierno en marcha, quien al principio nos vendió la idea casi mesiánica de ser los libertadores democráticos que tanto esperábamos; la reforma de candidaturas independientes por un lado alimentó esta farsa. Dar este paso democrático (en esencia sí lo es) resultó ser bastante progresista. Por fin el pueblo podría tener voz y voto y un representante digno sin mancha ni tintes politiqueros que tan gastada nos tiene la voluntad. Por fin se nos había abierto un camino a la participación activa desde el pueblo y para el pueblo.

Dejando a un lado el romanticismo (del cual me desenamoré hace mucho) y ya pensándolo dos, tres y hasta cuatro veces con la cabeza fría, las candidaturas independientes lejos de ser la solución que le reste fuerzas al monopolio político es otra idea mezquina. Por su misma naturaleza de “independencia” un candidato de estos fácilmente podría venderse a cualquier partido político, muy por debajo de la mesa, por supuesto. Por otro lado, ¿de donde se obtendría el financiamiento de la propaganda política? En nuestro país ¿qué tan solvente es un candidato independiente? Sobreviviría un candidato independiente en la selva política de la cual todas y todos seguimos siendo víctimas? El pueblo ¿qué tanto apoyaría al candidato independiente? ¿Realmente sería del todo “independiente”?

Creo que se abrió un puente democrático que está construido a medio paso para llegar al otro lado... Se necesita una verdadera supervisión de interacción partidaria, de un accionar político que sea regulado. Mientras tanto les seguimos dando dulces y no nos salvamos de sus travesuras.

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