Ni los diputados y sus partidos políticos están enfrentados entre sí ni las candidaturas no partidarias son tan mezquinas, la política como la vemos los salvadoreños comunes -me cuentan -es muy distinta adentro de la honorable Asamblea Legislativa, mientras los activistas y verdaderos artífices de la luchas sociales, equivocadas o no, se desangran sus pies, manos y garganta marchando, pintando, gritando o simplemente apoyando, los beneficiados de tanta energías derrochadas, organizan cócteles, beben, bailan y ríen por cualquier insignificante ocasión.
Me gusta la idea de las candidaturas no partidarias, me parece un paso – pequeño- al saneamiento de la Asamblea, y es que aparejada a estas las listas de votación se tendrán que volver abiertas y quizá con ello nos deshagamos de los Ciro Cruz Zepeda que tanto tiempo se han aprovechado de la cuota de poder a ellos otorgada para perpetuarse en instituciones públicas y puestos específicos dentro de la Asamblea.
Ahora bien, las candidaturas independientes y las listas abiertas de votación sí tienen un enemigo temible y poderoso: el status quo de los partidos políticos, el peor enemigo que pudieron encontrar, acostumbrados a medir fuerzas entre ellos, pero dispuestos a unirse para vencer cualquier intruso que les reste el mínimo poder. Y a partir de esa autodefensa se su status se aprobó el decreto sobre “DISPOSICIONES PARA LA POSTULACIÓN DE CANDIDATURAS NO PARTIDARIAS EN LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS” y las mil y una limitaciones – requisitos - a los candidatos no partidarios, firmas, fianzas y auditorías…si así se autoregularan nuestros históricos partidos.
Tengo la impresión que la democracia salvadoreña va a vuelta de rueda directo a un abismo donde el ciudadano es nada más un votante. Algo deben hacer los políticos para cambiar el nivel de desconfianza que muchos como yo sentimos.
