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domingo, 5 de junio de 2011

¿Y tu poder?

2 comentarios
Este post hubiera iniciado distinto hace unos días y terminado ingenuamente pidiendo un veto, pero de la noche a la mañana nos dieron una cacheta. Pero los salvadoreños somos así : entendemos a golpes y humillaciones. El problema principalmente es creer que la gente es buena, en vivir con eterna esperanza que esto cambiará, creer en el “deber ser”. Lo que más duele es haber creído en esta democracia y pensar que se eligen a las personas correctas y las palabras que nuestra opinión son las más bonitas y más acertadas (vaya, como el “amor” pues!, al pensar siempre que estamos con la persona indicada).
Pues nada, ahora sé que mi voto es nada más que un número, que no soy más que un borrego al que se le puede engañar y minimizar su inteligencia.

Hay tanto por decir (desahogar), pero estoy más que desanimado, triste al darme cuenta que aún no se está completamente consciente de la magnitud de lo que provoca el decreto Nº 743, aprobado en la Asamblea por un el conglomerado de la derecha política, y también por el FMLN, no nos mintamos, ellos se abstuvieron y aunque ahora lo rechazan no hacen nada por revertirlo.

En menor medida, el diputado Ávila Qüelh salvó un poco su dignidad como funcionario y aunque se pronunció en contra no tuvo la valentía para votar en contra y sí la cobardía de llamar a un suplente para votar por él -obviamente a favor del famoso decreto- . Lo que aprobó la Asamblea es tan nefasto como decir que me quitarán los ojos que supongamos es mi sentido más puro, y solo me dejan las manos y la voz. Se está eliminando la capacidad de regular a los otros órganos del Estado a la Sala de lo Constitucional, convirtiéndolos en dos superpoderes. Si ahora los señores diputados pueden salvarle tranquilamente los muebles a los partidos PCN y PDC, pueden crear leyes a su antojo con la seguridad de que el señor Nestor Castaneda les guardará sus espaldas.

Hace más de dos años voté por un cambio, pensé estaba votando por mí, por mi gente, por los que gritan en silencio - me estoy poniendo sentimental, ustedes van a disculpar-, pero me equivoqué. La sabiduría popular estará de acuerdo en que los cambios no se dan de la noche a la mañana y que esa elección fue solo el primer paso, los frutos los veríamos en diez o veinte años siendo lo más optimista y pues, había que seguir esperando, confiar y seguir creyendo. También estamos los que creímos que nuestra lucha había terminado y obviamente habíamos triunfado (¡qué ingenuos somos!) después de un conflicto armado, la lucha era llegar al poder por la vía democrática. Pero Mauricio Funes nos ha abierto los ojos, ni nos representa ni tiene la intención de hacerlo, él nos ha dejado claro que está al servicio de…no sé qué poderes -díganme, en serio, yo no sé-.

Hace meses escribí que añoraba las iniciativas populares, por ejemplo: mencioné en esa ocasión las “marchas blancas” a inicios de la década pasada, reclamé que nos habíamos convertido en una sociedad tímida, que nos podían cachetear y ni con eso alzaríamos la cabeza, pues es lo que está pasando, no sé si es porque no estamos lo suficientemente informados – educados– o porque simplemente somos apáticos a todo lo que aparentemente no nos afecte. Esta semana tuve la fugaz visión que el ciudadano presidente Mauricio Funes nos había regalado el acontecimiento adecuado para despertar – sepa usted, no es poca cosa ese “decreto exprés”- pero nada, después de dos concentraciones por la defensa de la Constitución y de nosotros mismos, el conformismo sigue ganándonos la partida. La selección de fútbol sigue siendo más importante y levantándonos más ira.

Que nos traten como idiotas -ajá así nos comportamos- es lo de menos; que la democracia - ¿qué es eso veá?- la institucionalidad del Estado y el famoso Estado de Derecho lo conviertan en Estado de politiquerías tampoco es nuestro problema.

Pero lo mío es ser soñador, ahora quiero creer que: efectivamente, es el motivo y acontecimiento adecuado, que esto apenas inicia y que día a día más gente se dará cuenta que nos ven la cara. No creo en que haremos una revolución, tampoco vamos hacer renunciar a los diputados o al presidente. Solo quiero que aprendamos la lección y que entendamos que el poder no lo tienen ellos.

2 Responses so far

  1. Esa traición se siente como en aquella película (BraveHeart) William Wallace lucha contra los ingleses para proteger sus tierras y su modo de vida, lucha contra el caballero con máscara de metal y resulta que era su compañero de lucha. Vil traición te desarma mientras más confías en la persona.

  2. Unknown says:

    Gracias por explicar la situación, los salvadorenhos viviendo en otro país que no entienden mucho de política, te lo agradecemos.

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