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miércoles, 9 de noviembre de 2011

El cadáver silencioso

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¿Sabes qué es la misoginia? Quizás usted como yo –aunque me avergüence decirlo-, apenas y había escuchado esta palabra. Pero tristemente es algo que comemos a diario. Me he sentido tentada inclusive a no escribir. Se me vienen a la cabeza, otros/as que podrían escribir este post mejor que yo. Pero lo escribo por la importancia del tema.

El concepto tradicional vuelve su origen en la historia, en la educación, en la cultura: la misoginia se conoce como el odio a las mujeres, por su sexo, por el hecho de ser mujeres. Punto.

Mucho sabemos de los miles de asesinatos por odio a las mujeres alrededor del mundo, o bien las trágicas historias de países del “hemisferio oriental” que nos presentan el maltrato físico y reducción social de la mujer.

Laura Hernández, embajadora de poetas del mundo en México, muestra un concepto interesante y que nos acerca más el concepto de la misoginia a una realidad que presenciamos sin darnos cuenta. Ella se refiere a la misoginia como “el cadáver silencioso”, esto es el odio a las mujeres disfrazado de amor.

Y entonces ahí hago una pausa, pues hasta donde yo creía -como ustedes que me leen- estaría salva/o de la misoginia, pensaría que la educación que tengo sería suficiente para volver los ojos a quien es capaz de maltratar/me u odiar/me por el hecho de ser mujer. Erradamente solemos asociar el maltrato psicológico y físico con condiciones económicas o sociales.

Volviendo al tema. La escritora mencionada se refiere a que en este concepto de misoginia, el hombre gusta de mujeres inteligentes y carismáticas porque son un reto para su personalidad controladora, “el placer está en ir disecando lentamente el espíritu femenino sin matarlo, es un trabajo cotidiano que requiere de un sutil tratamiento sádico y amoroso, en el que la mentira y el engaño es una de sus tretas”.

Añade que el hombre no siente remordimiento por el daño, pues considera que ella se lo merece, hasta que se acepta y justifican las acciones de menospreciarla silenciosamente. Sin darnos cuenta, hablamos de una destrucción de autoestima y una gratitud por ser amada, a pesar de los defectos no verdaderos. El amor de un misógino, entonces, es insaciable y exigente. Y el control se establece en la relación afectiva, social, financiera y/o sexual. El resultado es un asesinato emocional donde no hay autores que juzgar puesto que no existe cadáver. Mujeres reducidas a su minima expresión de superación.

¿Cuántas historias así conocemos? Inclusive nuestra historia propia podría enmarcarse en este acto tan despreciable y dañino. E intento escribir sin ser parte de una cultura que replica la misoginia y me ha resultado casi imposible. Seguimos justificando que somos parte de una historia. Seguimos replicando historias que lo permiten, seguimos menospreciando y odiando a nuestras mujeres por el hecho de ser mujeres.

Es menester poner un alto a estos ritos que no aportan a la construcción de la sociedad que deseamos. Y ahora que han leído no tienen excusa, lean, instruyanse, ayude, ayudénse, ayudemos, combatámoslo.

El tema de la misoginia es muy amplio, un tema que urge volver la mirada al mundo del dolor que existe en todas las clases sociales, y que cada día cobra la vida emocional y psicológica de millones de mujeres.

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