De todas las cuentas pendientes que el Estado salvadoreño tiene con la población, la más anhelada por todos a ser saldada es la de la meritocracia, y es que desde que tengo uso de razón el gabinete ha estado encabezado por apellidos que, aunque nadie niega que estén capacitados para hacer su trabajo, todos sabemos que defienden los intereses del gran capital.
Ahora bien, hace casi dos años, en su primer discurso como presidente, Mauricio Funes prometió acabar con 2 décadas de compadrazgo político y de privilegios para unos pocos, y que dentro de su gestión iban a estar abiertas las puertas para profesionales capaces a los que el gobierno al mando nada tendría que compensar con puestos dentro del ejecutivo.
Sin embargo, todo quedó muy claro al ver en su gabinete personajes con la bandera del partido que lo llevó al poder y unos más que encabezaban el movimiento ciudadano “Amigos de Mauricio”. La falsa meritocracia se reforzó aún más con la destitución y aceptación de renuncias de funcionarios, como Tomás Campos Villafuerte (SIGET), Pablo Durán (LNB), Francisco Gómez (ANDA), Karla Albanez (ISTA) y recientemente Óscar Kattán (ISSS).
Supongo que fue ilusorio esperar demasiado de parte del ejecutivo cuando en los otros dos órganos del Estado sucede lo mismo. La Asamblea está plagada de amigos de fulano y sultano que no parecen estar haciendo bien su trabajo, al menos los de relaciones públicas, pues nótese que la imagen de los padres de la patria está por los suelos. Y así…los sindicatos son solo una extensión más de este corrupto sistema de contrataciones, lo más cínico del caso es que no les da pena aceptarlo.
No puedo evitar hablar de este tema sin recordarme de Tintín y los pícaros de Hergé, en donde el general Alcázar, luego de ejecutar “la revolución” que lo llevaría al poder nuevamente, ofrece a Tintín la mitad de la reserva de oro del Banco de la Nación y menciones honoríficas a todo aquel que contribuyó al derrocamiento de Tapioca.
Cabe recalcar que tanto en el relato de Hergé como en nuestra sociedad, cambió el nombre de quien nos dirige mas no las condiciones en las que la mayoría vive, específicamente las de los menos privilegiados. Increíble que un cómic que data de 1976 siga teniendo tanta vigencia en nuestros tiempos de “cambio”.